cuando el otoño se convierte en emoción pura
Hay lugares que no solo se recorren, se sienten. Y hay bodas que no solo se celebran, se viven. Así fue la de Jara y Pedro, una pareja que decidió casarse en pleno corazón de la Sierra de Gata, rodeados de naturaleza, calma, y sobre todo, verdad.
El escenario elegido no podía ser otro: el Hotel Rural Peña del Alba, un rincón de arquitectura cálida, madera noble y alma serena, perfecto para una boda en otoño en Extremadura. Un lugar donde el tiempo se detiene, las emociones fluyen y cada rincón tiene algo que decir.
Un día de otoño que abrazó cada instante
Octubre en Extremadura tiene ese tipo de magia que no necesita filtro: colores dorados, brisa suave y una luz melancólica que envuelve cada momento como si lo estuviera acariciando. La boda comenzó justo con esa energía.
Desde temprano, el ambiente era íntimo, familiar. Nada recargado, nada artificial. Solo personas que importan, nervios bonitos y miradas cómplices. Todo estaba dispuesto para una celebración sincera y sin pretensiones, de esas que se quedan en la memoria para siempre.




















Una ceremonia interior que lo dijo todo… sin palabras
El fresco otoñal invitó a llevar la ceremonia al interior del hotel. Lejos de restar encanto, la elección aportó aún más calidez. El salón, con paredes de piedra, vigas de madera y una decoración rústica y elegante, fue el escenario perfecto para sellar una historia que ya venía de lejos.
No hubo grandes discursos ensayados. Hubo emoción, sí. Hubo silencios que hablaban por sí solos. Y hubo palabras sencillas que resonaron más que cualquier poema.
Los invitados formaban un círculo invisible alrededor de los novios. Una ceremonia íntima, natural, profundamente real. Perfecta para quienes sueñan con ceremonias en hoteles rurales donde cada gesto tiene peso.
















El cóctel: luz dorada, brindis y naturaleza viva
Tras los “sí, quiero”, las puertas se abrieron al exterior. El cielo de la Sierra de Gata, con ese azul limpio de otoño, recibió a todos en la explanada del hotel. Era momento de relajarse, de celebrar, de comenzar a reír sin parar.
Copas en mano, los invitados se repartieron entre los rincones del jardín. Música suave de fondo, charlas que se reencontraban y una alegría compartida que lo impregnaba todo.
Jara y Pedro aprovecharon ese momento para abrazarse con todos. Y también para hacerse algunas fotos entre árboles anaranjados y luz de atardecer. Bodas rurales con encanto como esta tienen eso: un ritmo distinto, una belleza sin filtro.








El salón del árbol: un bosque bajo techo
El banquete fue, sin exagerar, un espectáculo sensorial. El salón de madera del Hotel Rural Peña del Alba, presidido por una imponente estructura de árbol, parecía sacado de una película. Un espacio que, más que un comedor, es una experiencia en sí misma.
La decoración jugó con la paleta otoñal: tonos tierra, hojas secas, centros con frutos silvestres, velas suaves… Todo conectado con el entorno, sin forzar nada. La arquitectura de madera, los ventanales abiertos al paisaje y la calidez del lugar creaban un refugio perfecto.
Durante la cena, no faltaron los brindis improvisados, los recuerdos que emocionan y las carcajadas que alivian. La boda de Jara y Pedro no era una coreografía: era un momento vivido de verdad. Por eso funcionaba.






Una fiesta con alma, bajo un árbol que late
El mismo salón se transformó sin necesidad de desplazarse. Las luces bajaron su intensidad, la música subió su ritmo, y lo que era un comedor se convirtió en pista de baile. Pero no una cualquiera. Una que tenía como testigo a ese gran árbol de madera que parecía latir con cada canción.
No hubo que invitar a nadie a levantarse: todos lo hicieron solos. La fiesta fue eso que pasa cuando todo fluye, cuando hay amor en el aire y cuando el lugar acompaña sin robar protagonismo. Jóvenes, mayores, todos bailando, riendo, siendo parte de algo irrepetible.











Así la vivimos desde Bokeh Estudio
Tuvimos la suerte de documentar cada detalle: desde los preparativos nerviosos hasta los abrazos en la pista. Capturamos lo espontáneo, lo real, lo que no se puede posar. Porque así era esta boda: sin artificios, sin guiones, llena de alma.
Para quienes creemos que cada historia merece ser contada con respeto y sensibilidad, esta fue una de esas que se graban para siempre en la retina.
¿Te imaginas tu boda aquí?
El Hotel Rural Peña del Alba no es solo un sitio bonito. Es un lugar pensado para las bodas que buscan alma, personalidad y conexión real con la naturaleza. Un lugar para quienes quieren celebrarlo todo en un mismo espacio: ceremonia, cóctel, banquete y fiesta, sin complicaciones, sin traslados.
Y si eliges casarte en otoño, descubrirás que esta estación tiene algo especial. Colores, aromas, climas templados y esa luz dorada que convierte cada foto en un recuerdo imborrable.